Nadie vivo sabe más de cine que el enano italiano de Nueva York (opinión personal, claro).
El diario
La Repubblica publicaba el 2 de enero una carta escrita por el maestro a su hija, hablándole del futuro del cine que vislumbra. Unas líneas llenas de sabia esperanza, brillantez, y ganas de celebrar la próxima evolución del medio. Y si este señor es optimista, yo no soy nadie para llevarle la contraria.
Porque cuando
habla...todos de pie.
Ahí va la carta:
Querida Francesca.
Te escribo esta carta para hablarte del futuro. Lo veo a
través de la lente de mi mundo. A través de la lente del cine, que ha estado en
el centro de ese mundo.
Durante los últimos años me he dado cuenta de que la idea
del cine con la que crecí, la idea que reside en las películas que te he
mostrado desde que eras niña y que estaba tan en boca de todos cuando comencé a
rodar, se acerca al final. No me refiero a las películas que ya se han hecho.
Me refiero a las que están por venir.
No quiero causarte inquietud. No escribo estas palabras con
espíritu derrotista. Al contrario, creo que el futuro es brillante.
Siempre supimos que las películas eran un negocio y que el
arte del cine es posible al haberse alineado con las condiciones económicas.
Ninguno de nosotros, los que comenzamos en los años 60 y 70, nos hacíamos
ilusiones en ese sentido. Sabíamos que tendríamos que trabajar duro para
proteger lo que queríamos. También sabíamos que quizás tendríamos que atravesar
períodos difíciles. Y supongo que, a cierto nivel, nos dimos cuenta de que
tendríamos que enfrentarnos a un momento en el que cada elemento impredecible
en el proceso de hacer películas acabaría minimizado, casi incluso eliminado.
¿Y cuál es el elemento más impredecible de todos? El cine. Y la gente que lo
hace.
No quiero repetir lo que han dicho y escrito otros antes de
mí, sobre los cambios en el negocio. Y me alienta la existencia de excepciones
a la tendencia cinematográfica general — Wes Anderson, Richard Linklater, David
Fincher, Alexander Payne, los Hermanos Coen, James Gray y Paul Thomas Anderson
están consiguiendo hacer sus películas, y Paul no sólo consiguió rodar The
Master en 70mm, sino que consiguió exhibirla de esta forma en algunas ciudades.
Cualquiera que se preocupe por el cine debería mostrarse agradecido.
Me conmueven también los artistas que consiguen hacer sus
películas en todo el mundo, en Francia, en Corea del Sur, en Reino Unido, en
Japón, en África. Cada vez es más difícil, pero siguen haciendo películas.
No creo, sin embargo, que esté siendo pesimista cuando te
digo que el arte del cine y del negocio de las películas se encuentran ahora en
una encrucijada. El entretenimiento audiovisual y lo que conocemos como cine
–imágenes en movimiento concebidas por individuos– parecen ir encaminados en
direcciones diferentes. En el futuro, probablemente, verás cada vez menos de lo
que reconocemos como cine en las multi-salas y más y más de él en pequeños
cines, online y, supongo, en espacios y circunstancias que no puedo predecir.
Entonces, ¿por qué el futuro es tan brillante? Porque por
primera vez en la historia de esta forma de arte, se pueden hacer películas por
muy poco dinero. Algo absolutamente insondable cuando yo crecía, y las
películas de presupuesto extremadamente bajo siempre han sido la excepción, en
lugar de la regla. Ahora es al revés. Puedes crear hermosas imágenes con
cámaras que te puedes permitir. Puedes grabar sonido. Puedes montar, mezclar y
hacer corrección de color desde tu casa. Todo eso es ahora posible.
Pero con toda la atención que se está depositando en la
maquinaria de la creación de películas y en los avances que nos han llevado a
una revolución cinematográfica, hay que recordar una cosa importante: Las
herramientas no hacen la película, la haces tú. Es liberador coger una cámara,
empezar a rodar y juntarlo todo con Final Cut Pro. Pero hacer una película, la
que tú necesitas hacer, es otra cosa. Y ahí no existen los atajos.
Si John Cassavetes, mi amigo y mentor, siguiera vivo hoy,
estaría empleando con toda seguridad todo el equipo que hay disponible. Pero me
diría lo mismo que me ha dicho siempre — tienes que estar absolutamente
dedicado al trabajo, dar todo lo que puedas de tí mismo, y proteger la chispa
de la conexión que te llevó a rodar la película en un primer momento. Tienes
que proteger esa chispa con tu vida. En el pasado, como las películas eran tan
caras, la protegíamos contra el cansancio y los compromisos. En el futuro,
tendrás que protegerla de otro factor adicional: la tentación de seguir la
corriente y permitir que la película derive, y naufrague.
No es solo una cuestión de cine. No hay atajos para nada. No
digo que todo tenga que ser difícil. Solo digo que la voz que te da la chispa
es tu propia voz – esa es la luz interior, que dijeron los Cuáqueros.
Esa eres tú. Esa es la verdad.
Con todo mi amor,
Papá.
Stay tuned!